No hay duda: se requiere precisión en este campo deportivo. Calles estrechas en algunos lugares, terreno montañoso y mucha agua son verdaderos desafíos en el campo de 18 hoyos. Pero la recompensa es un auténtico placer. El campo, diseñado por Jorge Santana da Silva en 1997, ofrece maravillosas vistas de Amarante y Marco de Canaveses, así como de las cadenas montañosas de la Serra do Marao y la Serra da Aboboreira entre viejos pinos y pinares.